martes, 19 de enero de 2010

Cuentas pendientes




La habitación rezumaba humedad por todos los lados, las paredes ocres tenían el papel pintado desgajado y enmohecido, el suelo de madera crujía estrepitosamente a cada paso que sobre el se daba, a pesar de esto, la habitación estaba en un absoluto silencio, solo interrumpido por una inoportuna gota que caía del techo, fuera, una lluvia fina e invisible aumentaba la sensación de frío existente, estaba incomodo, terriblemente incomodo y nervioso, muy nervioso, sentado en un sillón de tela verde carcomido por los años, no dejaba de mirar al hombre que tenia en frente.

Tendría entre 60 y 64 años, entradas pronunciadas, ojos claros y una mirada penetrante, sentado frente a mi se podría decir que era una versión propia envejecida, pero no era así, yo conocía a ese hombre, hace ya mas de 8 años que no lo veía y desde la ultima vez que lo vi, no había envejecido nada.

- Y así seguirá siendo. – me dijo con voz serena leyendo mi pensamiento.

Pensé rápidamente como habría podido leer mi pensamiento, no era posible, trate de no aparentar sorpresa.

- Puedo leerlo porque soy fruto de el, no vivo como una persona cualquiera, sino que vivo porque estoy en tu mente, fuera de ella, no existo y no te sorprendas es normal.
- ¿Porque estamos aquí? – le pregunté dejando salir las lagrimas sin remedio – ¿donde estamos y que quieres de mi?
- Dímelo tú, este sitio es obra tuya, yo soy obra tuya y sabes bien que es lo que quieres que te diga.-sonrió de una manera que me obligo a bajar la cabeza, mi cuerpo se hacia cada vez mas pesado, mas hundido.

No podía articular palabra, no podía pensar en nada, me sentía indefenso ante el, sabia todo aquello que yo quería decir, pensar, anhelar, sonreí......ahora lo tenia claro, tenia razón, sabia que es lo que quería de aquel hombre, conocía a aquel hombre.

El hombre de mirada clara, sentado frente a mi en aquella habitación murió hace mas de 8 años, quedaron muchas preguntas en el aire, pero había una que me atormentaba desde el mismo día en que murió, levanté la mirada, noté como la tensión se apoderaba de mis labios, le miré a los ojos y no fui capaz de pronunciar una sola palabra, no hacia falta, el habló por mi.

- Estoy muy orgulloso de ti.
- Gracias papa.

No hay comentarios: